«La lengua en pedazos», de Juan Mayorga: Teresa de Jesús y la mística como subversión

28/10/2021

Por Horacio Otheguy Riveira (culturamas.es)

La lengua en pedazos Juan Mayorga Clara Sanchis Daniel Albaladejo
Foto: Antonio Castro

Un coraje singular el de esta Compañía que trabajó duro online, antes de reencontrarse para ensayar una obra con cambios considerables por parte del autor-director y su protagonista. Así, Juan Mayorga y Clara Sanchis que hace siete años estrenaron una puesta en escena, ahora se comprometen en un contexto diferente junto a un compañero muy querido, que también participó en algunas reposiciones.

Los tres se asoman al siglo XVI y hacen piña ante la dialéctica confrontación de un severo inquisidor frente al talante irreverente de una monja que funda su propio monasterio. El resultado es una hazaña de cariz insólito en este 2021 que empieza atravesando un campo minado de gritos, desesperación por muchos lados, enemigos diversos de la discusión filosófica y excesivos aficionados a romper platos y, si fuera posible, seguir creando guerras en nombre de Dios, de Iglesias perimidas que no se dan por vencidas. En medio del desastre, dos intérpretes en un espacio surrealista, solo habitado por viejas sillas y pocos instrumentos culinarios, permiten la entrada de la serenidad inquietante, del diálogo pausado e incluso de gritos en armonía musical: discuten sin abrasarse para que entre todos entremos de lleno en la polémica de la libertad de creer y actuar.

Lo primero que se escucha por parte del Inquisidor a la monja Teresa de Jesús, es: «Se le atribuye la frase Dios también se encuentra en los pucheros». A partir de allí, nos interese o no la parte institucional del credo en que se abunda… en realidad acabamos por sumergirnos en algo esencial que supera los límites de toda ideología: la lucha por ser uno mismo y avanzar, consciente de los enemigos y la soledad profunda en que nuestra propia voz ha de evolucionar, avanzar, amar lo que se piensa y lo que se desea con todas sus consecuencias.

Sin elementos históricos en la escenografía, no más empezar ya estamos a mediados del 1500, y cuando los personajes visten sus hábitos ya solo imaginamos antorchas, fuego ardiente de pasiones encendidas que habrán de combatirse con las mejores armas de un teatro muy hablado con palabras cargadas de acción, y pocas acciones que sin embargo nos llevan de un lugar a otro, de un convento a otro, de un reino misterioso del que no queremos despegarnos a otro cargado de intenciones.

Es el arte del teatro en un estado de pureza clásica, con un lenguaje con aroma de la poética de Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada —en el rito religioso Teresa de Jesús (1515.1582)—, poeta y filósofa, en cuya primera obra El libro de la vida (1) se basó Juan Mayorga para elaborar esta pieza magistral cuyo ámbito más abierto de esta nueva versión permite mejorar lo sustancial de la primera vez. Recordemos que fue Premio Nacional de Literatura en 2013.

Coraje y sensibilidad extrema la de esta gente de teatro que se permite aislarse del mundanal ruido y susurrarnos ideas que perviven en el tiempo a través de personajes que Clara Sanchis y Daniel Albaladejo miman con tonalidades vocales y movimientos de una delicadeza extrema, pero no en cámara lenta, sino con versátil energía.

El desafío de Teresa encuentra en el talento de Clara Sanchis una atemporalidad sublime: juvenil su rostro, preciosa su blanca piel, hermosa su delgadez en un cuerpo que se eleva sobre la mezquindad de muchos planteamientos, pero que también sabe acuclillarse, rendirse ante la imperiosa fe que la conduce a un sitio fascinante; un lugar en el mundo en el que diversas dudas siempre sabrán acompañarla. No teme el conflicto, le sigue de cerca, confía en el potencial de su luz, incluso cuando solo la habitan penumbras. Quiere ser Iglesia pero fuera de las rígidas normas que reprimen el vuelo de su propia voz. Dentro y fuera. Ella misma contra viento y marea.

A su lado, Daniel Albaladejo nos confía la severidad de su censor personaje, pero también la sutileza de sus propias contradicciones, de su lado oscuro, de su soberbia y de sus debilidades. El gran logro de esta nueva puesta en escena reside en el toque surreal, la poética teresiana entrometida en la poética de Mayorga y sus actores, reflejo de una sociedad en permanente crisis. Por cierto, con un diseño de iluminación de Miguel Ángel Camacho que sugiere lo tenebroso y el misterio, el frío de ambientes severos, la fe que se empecina en rebelarse diferente…

Teresa- A poco que hagamos las mujeres, se juzga exceso lo que hagamos. No hay acierto de mujer que no se ponga bajo sospecha. “Disparate de mujeres”, dicen en seguida. Nos tiene el mundo acorraladas, mariposas cargadas de cadenas. Pero el Señor hace a una niña sin letras más sabia que al obispo más letrado. Aunque no nos den libertad para dar voces, no dejaremos de decir nuestras verdades aunque sea en voz baja.

Inquisidor- ¿Tanto habéis leído y no leísteis que Pablo mandó que las mujeres no enseñaran?

Teresa- Jesús no nos aborreció cuando andaba por el mundo. Antes nos favoreció.

Inquisidor- En encerramiento no ha de ser difícil a una fuerte gobernar a doce
débiles que no puedan escuchar otras lenguas. Encerramiento significa que nadie desde fuera mire y nadie desde fuera oiga. ¿Qué palabras se dicen entre estos muros? ¿Qué palabras se leen? No dejaré que esta pequeña casa se haga pilar de un gran cisma. He aprendido que la mística es disfraz que suele tomar la subversión. A menudo se llama espíritu a lo que es desorden.

Teresa- A veces se llama desorden a lo que es espíritu.

El Inquisidor saca unos papeles manuscritos.

Inquisidor- Se ha vuelto costumbre entre gentes de la Iglesia esconder escritos
por si fuesen llevados a examen.

Teresa- No tengo yo esa costumbre.

El Inquisidor pone los papeles ante Teresa.

Inquisidor- ¿Es letra de vuestra mano?

Teresa- Vos sabéis que lo es.

Inquisidor- (Lee.) “Oración mental es tratar a solas de amistad con quien nos
ama”. Un libro sobre oración mental, ¿eso preparáis? ¿Es ésta la guía del
nuevo monasterio? ¿Ésta la guía de vuestra reforma?

Teresa- Estas líneas las compuse para una hermana que ha perdido la fe con
que tomó hábito.

Inquisidor- No os bastaba con hablarla. Mucho gustáis de escribir.

Teresa- Escribiré mientras mi mano pueda sostener la pluma.

Inquisidor- Lo que escribís, ¿lo presentáis a vuestro confesor? ¿O ya no
precisáis de confesor?

Teresa- Mis escritos los presento a mi confesor, pues debo hacerlo.

Inquisidor- ¿Y qué dice él sobre lo que escribís?

Teresa- No hay escrito que me devuelva sin notas y tachaduras. Con grandes
cruces borra párrafos enteros.

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