Por Carlos Moreno (lanzadigital.com)
- Las magistral interpretación de los actores, el rico lenguaje, la crítica social que esconde la trama y un dinámico fondo de escenario desembocan en un rotundo éxito
La larga fila de espectadores que se formó para entrar al Marcelo Grande descubría la gran expectación que generó la puesta en escena de la obra “Los asquerosos”, la adaptación teatral de la novela de Santiago Lorenzo que acabaría cosechando un rotundo éxito. Una comedia atípica con una trama que esconde una ácida crítica social que los dos actores, Miguel Rellán y Secum de la Rosa interpretaron magistralmente. El público premió su trabajo con un largo aplauso al final después de hora y media de teatro del bueno.
Después de una accidental agresión a un policía, Manuel (Secum de la Rosa) tiene que huir y esconderse en una aldea abandonada. Su obsesión es no ver a nadie, apartarse por completo de la sociedad. Solo la conversación que mantiene con su tío (un soberbio Miguel Rellán) será el único punto de conexión con el mundo. Aunque más adelante, esa soledad, que tanto le acaba gustando, se verá alterada por la llegada de unos domingueros, a los que llama mochufas y que ridiculizará criticando mordazmente sus hábitos y costumbres. Y no se quedará solo en la crítica, Manuel hará todo lo posible para que no vuelvan a esa aldea llamada Zarzahuriel y esto generará los mejores momentos cómicos de la obra.
La conversación entre tío y sobrino se desarrolla a través de un rico diálogo, la obra está muy bien escrita, quizá porque así lo exige un libro que recibió muy buena crítica y cosechó importantes reconocimientos. Algunos de los espectadores habían leído el libro de Santiago Lorenzo y, como suele ocurrir, compararían calidades; pero si el libro es bueno, se puede decir que la obra es todavía mejor: tiene ritmo, mantiene en todo momento la atención del espectador y enseña la inmensa categoría de un actor, Miguel Rellán, que actúa y narra al mismo tiempo, combinando los dos registros de forma admirable.
La obra se desarrolla en dos espacios diferentes que el espectador puede ver y que viene a encarnar el contraste entre el mundo rural y el urbano, también el de dos generaciones diferentes. Y eso se resuelve con dos módulos móviles que van presentando los fondos que necesita la obra. El final de la obra refleja que se mueve en unas claves de humor diferente en una comedia atípica. De este modo, el espectador se fue muy satisfecho a casa después de lo visto, también los propios actores para los cuales es un deleite ver los patios de butacas y anfieatros casi llenos. La cultura camina con velocidad de crucero hacia la normalidad.