Juan Mayorga: “El teatro es el arte de la reunión y de la imaginación”

18/11/2021

por El Siglo de Europa (elsiglodeuropa.es)

La lengua en pedazos Juan Mayorga Clara Sanchis Daniel Albaladejo

Foto: Álex Puyol

Juan Mayorga vuelve a reunirse con Clara Sanchis y Daniel Albaladejo para representar en el Teatro del Barrio una nueva puesta en escena de “La lengua en pedazos”, obra que le valió el Premio Nacional de Literatura Dramática. La pieza con la que Mayorga debutó en la dirección es una mirada a Teresa de Jesús, de cuya obra “El libro de la vida” extrae textos y los lleva al escenario, donde la protagonista mantiene un combate teológico con el Inquisidor. Estará en cartel durante ocho únicos lunes, entre el 8 de noviembre y el 27 de diciembre.

Sabiendo que ‘La lengua en pedazos’ es una obra muy significativa para usted, ¿qué le supone que se vuelva a estrenar?

Es una obra que me ha acompañado de forma muy especial y, además, es con la que debuté en la dirección. Regresar a ella y hacerlo de nuevo con Daniel Albaladejo y Clara Sanchis, que han crecido como lo han hecho sus personajes, me produce mucha emoción. La hacemos en un teatro muy especial, que es el Teatro del Barrio y solo hacerla aquí resignifica la obra. Hay frases y momentos de la obra que cobran una intensidad especial solo porque esas tienen lugar aquí. 

¿Existen diferencias entre la primera vez que se representó y ahora?

Sí. No hemos intentado hacer una reposición del montaje, sino una nueva puesta en escena, con una nueva poética escénica. Si aquella puesta en escena era minimalista, construida en torno a una mesa que representaba la cocina del convento, ahora el espacio fundamental son las trece sillas de las monjas rebeldes e insurgentes que han fundado el monasterio de San José. Esta es una propuesta fundamentalmente poética. Esas trece sillas son una alegoría del convento y, por otro lado, ofrecen a los actores posibilidades de juego teatral. Siempre estoy en combate con mis textos y también este ha sido afectado por una reescritura en particular. El personaje del Inquisidor creo que se ha desarrollado todavía más.

 ¿Qué tiene el teatro que no tengan otras artes?

Suelo decir que el teatro es el arte de la reunión y de la imaginación. Esto ya lo singulariza, lo diferencia de cualquier otro. El teatro, como ningún arte, convoca a la ciudad. Los actores se reúnen para preparar una experiencia poética, convocan a la ciudad y el teatro es un lugar donde nos reunimos con otros a los que no conocemos. Eso ya hace que el teatro tenga un carácter que no tienen otras artes.

Además, es arte de la imaginación porque el teatro consiste en la representación de acciones posibles de la vida humana a través de la actuación de los actores. Pero solo tiene lugar si los espectadores son cómplices de los actores. Los mejores actores tienen la virtud de convocar esa complicidad.

A veces me gusta recordar esa caracterización que hace Borges de que el teatro es un pacto de fingidores, que hay una persona que finge ser lo que no es y que hay otra que finge que se lo cree. En este sentido, el teatro es dependiente del espectador, acaso como ningún otro arte. Depende de la complicidad, de la imaginación cómplice del espectador.

 ¿En qué momento se encuentra el teatro actual?

El teatro es el arte del futuro y lo digo sin falso voluntarismo. Su existencia está asegurada porque en su elementalidad, en su sencillez, encierra un programa extraordinariamente ambicioso. Solo a través de actores elocuentes se construyen ficciones con las cuales podemos examinar nuestras vidas o posibilidades de ellas. Eso convierte al teatro en un arte extraordinariamente poderoso.

Creo que la pandemia ha hecho que mucha gente redescubra el teatro como un lugar en el que nos encontramos por las cosas que merecen la pena vivir, como el hecho mismo de reunirse, la posibilidad de escuchar la voz de otros y sus razones, de escuchar el silencio y nuestro propio silencio. Es decir, el teatro es un lugar en el que ocurre algo extraordinariamente rico y valioso. Mucha gente lo ha redescubierto como un lugar de reunión e imaginación.

¿Cree que el espectador percibirá de manera diferente la obra y el teatro en general después de haber pasado por una pandemia que nos ha cambiado la forma de ver las cosas a todos?

Creo que eso se podría decir respecto de cualquier obra y, desde luego, respecto de esta de forma muy especial porque en ella son importantes el apartamiento, la distancia, el encerramiento, el silencio, la meditación… Aquello a lo que fuimos casi todos forzados, es decir, a confinarnos, a apartarnos de los otros y a intentar hacer de ese apartamiento algo útil y fértil, es algo que hacen voluntariamente personas como Teresa de Jesús. En este sentido, su apartarse, pero también su volver al mundo para hacer de la soledad y del silencio espacios fértiles es algo que, sin duda, cobra otro valor después de lo que hemos vivido durante la pandemia.

 ¿Cree que, tras la pandemia, se hará otro tipo de teatro?

Todo lo que sucede es irreversible y lo que ha sucedido es muy importante. Afecta a nuestras vidas y, por tanto, afecta al modo en que las representamos. Cuando me preguntan por esa detención de ese movimiento en que nos hallábamos, me digo que es cierto, que ha habido una interrupción, pero ¿hacia dónde íbamos? Puede que mucha gente se haya preguntado hacia dónde íbamos y haya convertido en algo útil esta detención que, entre otras cosas, nos ha permitido valorar como importantes cosas muy elementales que estaban ahí y que precisamente por darlas por hecho parecían carecer de valor o las despreciábamos, por ejemplo, algo tan elemental como poder dar un abrazo a otros. Esa distancia impuesta nos ha hecho valorar más la cercanía física, el encuentro con otros. Por ello, si eso ha afectado a nuestras vidas, afectará al modo en que las representemos.

Por otro lado, creo que las gentes que hacemos teatro estamos más convencidos que nunca de que tenemos que ofrecer excelencia. Precisamente porque ahora puede haber una mayor preocupación de la gente a salir de casa, tenemos que darles algo excelente para que salgan. Tenemos que ser especialmente cuidadosos con lo que les ofrecemos.

¿Será un momento de especial creatividad como ha ocurrido en otras crisis?

Sin duda, han sido días y meses de preguntas. De preguntas en torno al sentido mismo de vivir, de porqué hacemos las cosas y de atender a cosas que antes nos podían pasar desapercibidas. Es cierto que se ha vivido un momento de peligro, estamos todavía en un momento de peligro, y los momentos de peligro son fértiles para el conocimiento.

 ¿Cómo cree que saldrá el país adelante?

Quisiera pensar que toda la gente ha aprendido algo. De algún modo, cada uno es responsable de todos los demás. Quisiera pensar que las gentes del país somos más solidarios, más atentos al cuidado precisamente de los más vulnerables, de los más frágiles, de los más expuestos. Y quisiera también pensar que, frente a una mirada nacionalista o localista que sería simplemente suicida, hemos descubierto que necesitamos ayudar a los otros para ayudarnos a nosotros mismos. Creo que de una experiencia como esta debería deducirse lo que podríamos llamar una ética y una política del cuidado, que cada uno ha de ser responsable de los demás.

 ¿Considera que los políticos han luchado por sacar el teatro adelante después de la pandemia?

Creo que sí ha habido distintas administraciones y de distinto signo, debo decirlo. Ha habido políticos atentos a la importancia que tenía, por un lado, la supervivencia del tejido teatral, que pudieran sobrevivir las compañías y, por otro lado, la supervivencia de esos espacios que durante un tiempo han tenido que estar cerrados, junto a otros políticos que, teniendo responsabilidad, no han estado atentos a eso.

Por supuesto que, siendo tan frágil como es el tejido cultural en nuestro país, esas acciones siempre son insuficientes, pero debo decir que, hasta donde puedo conocer, sí ha habido políticos que han tenido una mirada responsable respecto del teatro, tanto atendiendo al cuidado de quienes lo hacen y a la supervivencia de las compañías y de los espacios, como de aquellos para los que finalmente hacemos el teatro, que son los espectadores.

 ¿Por qué asegura que Teresa de Jesús es “un ser a contracorriente en nuestro propio tiempo”?

Teresa es una subversiva. En ella podemos encontrar rasgos y enunciados proféticos, pero al mismo tiempo, es inasimilable en cualquier tiempo. Es decir, en ella percibimos anticipaciones de lo moderno en particular, del valor central de la mujer en el mundo y en la sociedad, pero al mismo tiempo también encontramos en ella credos o convicciones que, probablemente, a la mayoría hoy le podrían resultar extraños. Ambos se dan en la función, donde hay espectadores que se pueden sentir entusiasmados sobre lo que ella dice sobre las mujeres como: “Una niña sin letras puede ser más sabia que el obispo más letrado”. Cuando habla de las mujeres, habla de la importancia de la dignidad y las describe como “mariposas cargadas de cadenas”. Sin embargo, al mismo tiempo, habla de sus visiones del Señor que, probablemente, a muchos espectadores les puede resultar completamente ajenas y misteriosas.

Teresa es interesante por aquello en que la entendemos, pero también por aquello que nos es misterioso, extraño, por aquello en que no la entendemos. Lo que sin duda es comprensible por todos o fascinante a todos es su voluntad, su capacidad fundadora de crear, de actuar y su extraordinario talento como escritora. Estamos hablando de una de las más grandes escritoras o escritores en cualquier lengua y tiempo. A Teresa puedes comprenderla más o menos, pero lo que es un hecho es que te arrastra, te enamora, la envidias y deseas seguirla.

Quién tiene más peso en ese combate teológico que mantienen el Inquisidor y Teresa, es decir, de qué lado se posicionaría el público?

Los personajes están más o menos intervenidos por mí. Lo que pongo en boca de Teresa fue dicho por ella o escrito en “El libro de la vida”. Si bien también me he atrevido a colocar en su boca cosas que nunca dijo, pero que creo que pueden ser coherentes, consistentes con el conjunto del discurso teresiano.

El personaje del Inquisidor ha nacido de la escucha de Teresa. El Inquisidor es un interrogador, un interpelador. En ocasiones, también he practicado el juego de desplazar una frase de Teresa, convertirla en una pregunta o enunciado del Inquisidor que, en su boca, cobra un carácter distinto. Pero, en todo caso, he intentado, porque creo que es mi misión como dramaturgo y director de escena, defender a muerte a cada uno de los dos personajes, de forma que uno exija al otro y ambos exijan al espectador.

Ambos pueden ser vistos como miembros de la iglesia, un guardián y una subversiva, pero también como dos personas que, por vías distintas, buscan sentido y, finalmente, pueden ser enemigos íntimos. Hay un duelo crepuscular entre dos personajes, cada uno de los cuales es una posibilidad del otro. No hay encuentro más fuerte que aquel que podríamos tener con otro que es aquel que hubiéramos sido si no hubiésemos tomado una decisión que tomamos, o si hubiésemos tomado una decisión que no tomamos. Teresa y el Inquisidor son el doble del otro, no su copia, sino su imagen especular. Quiero pensar que el Inquisidor puede ser para el espectador tan inolvidable como lo es Teresa.

 ¿Cuáles son sus próximos proyectos?

Ahora mismo estoy ensayando “Silencio” con Blanca Portillo, un espectáculo que yo mismo dirijo y que parte de mi discurso de ingreso a la academia y lo estrenaremos el 7 de enero en el Teatro Español. A finales de febrero, Alfredo Sanzol dirige otra obra mía, otro estreno absoluto que se llama “El Golem”. Además, he hecho para los payasos de ‘Rhum’ una versión muy libre de «El diablo cojuelo», que se estrena en Valencia a finales de enero y que vendrá a Madrid a la Compañía Nacional de Teatro Clásico en abril. Me ha alegrado mucho la noticia de que Rafael Rodríguez va a estrenar una obra que no se ha podido ver en España hasta ahora que es “El jardín quemado”, a la que aprecio y que se va a poner en escena por fin en mayo.

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