Entrevista a Tristán Ulloa (True West)

27/10/2022

Por Ángel Navarrete (elmundo.es)

True west Tristán Ulloa Kike Guaza Montse Tixe

Mientras rueda 'Berlín', el 'spin-off' de 'La casa de papel', el actor Tristán Ulloa lleva a las Naves del Español en Matadero Madrid 'True West', obra teatral de Sam Shepard sobre el conflicto entre dos hermanos. El premio Cervantes Eduardo Mendoza es el autor de la adaptación, que se representa desde este viernes

¿Qué tiene que decir una obra de teatro de dos hermanos del sur de California de hace 40 años al público español de hoy?
Es un tópico, pero háblame de tu aldea y hablarás del mundo. Esto trata de la naturaleza humana, tan absurda y contradictoria. Cuando empezamos con esta función teníamos una teoría, que es que los dos hermanos eran la misma persona y en el fondo es un soliloquio. Es decir, la contradicción de un tipo que vive en un sueño americano y de las ganas de darle una patada a ese sueño. Cuando Sam Shepard escribió esta obra fue premeditadamente gamberro, en el sentido de que su obra anterior, 'Buried child', había sido muy laureada y hasta le habían dado un Pulitzer. Y pensaba que, tras el premio, iba a ir un tipo de público que esperaba que fuese muy 'polite' [correcto]. Pero lo que hizo fue empezar con una obra aparentemente realista y a mitad de función darle una vuelta de tuerca hacia el surrealismo y el absurdo. Más Ionesco y más Pinter que otra cosa. Y eso es una patada al sueño americano y a lo que movía en aquel momento y sigue moviendo a la industria, que es facturar, por encima de la autoría y por encima del sello personal.
¿Cómo ve usted el equilibrio entre no morirse de hambre y no venderse?
Mamet ya decía que ésta es una profesión de putas. Y a veces uno tiene que conciliar ambas vertientes. Y otras veces no tienes elección. La mayoría de las veces no la tienes. Los que la tenemos somos muy pocos y muy afortunados. Por eso a veces puede sonar un poco obsceno al resto de la profesión decir que algo me parece un poco comercial. Al final, esto es un oficio del que vive mucha gente -no solamente los actores, sino también muchos técnicos-, más allá del arte. No estamos aquí para hacer obras de arte continuamente. Es un oficio del que vive mucha gente, no solamente los actores, sino también muchos técnicos. He hecho cosas por dinero y no me duele decirlo. Y hecho cosas sin un duro en las que he creído firmemente y que me satisfacen, como ésta. Es verdad que hay que encontrar ese punto de equilibrio, sobre todo, para que puedas seguir viviendo este trabajo tan apasionante. Yo llevo casi 30 años viviendo de esto y con dos hijos, pagando facturas y demás. Y me considero un afortunado: poder hacer funciones como obras de Sam Shepard a estas alturas es un lujo.
¿Cómo es Lee, su personaje?
Es un anacoreta. Es la parte más rebelde, por así decirlo. Yo no veo que haya un hermano "bueno" y uno "malo", en esos términos, sino que creo que cada uno anhela algo del otro.
 ¿Cree que el personaje de su hermano envidia de él su libertad?
Una cosa es filosofía y otra cosa es la posibilidad de elegir. Si tienes la posibilidad de elegir esa vida, perfecto. En el caso de Lee dice que no tomó ninguna decisión al respecto. Está allí porque no tiene nada que rascar fuera y es un superviviente.
¿Qué le parece más actual de lo que cuenta Shepard?
Estamos sobreestimulados y en un momento en que esta obra, para mí, tiene mucha vigencia. Hablar de cosas tan sencillas como reconocer los sitios donde estuviste en la infancia e intentar pasear por esos sitios y no reconocerlos, porque no eres el mismo... Es muy bestia. O esa historia de un tipo que pierde los dientes y que se va a la frontera a buscar un dentista en Ciudad Juárez para que termine arrancándole los dientes y desplumándole, con los bolsillos vacíos y las encías zurcidas. Esa imagen es terrible, y es la historia real del padre de Sam Shepard.
Vaya.
Pero, volviendo a la pregunta, cada vez hay menos paciencia y menos capacidad de escucha. Hemos perdido la capacidad de escuchar, tenemos más ganas de expresar nuestra opinión en algo rápido, concreto, en un slogan, un sms, si puede ser con emoticonos mejor y si puede ser comiéndose las vocales, mejor que mejor. Por eso lo de volver, no digo ya a lo antiguo, sino a lo básico. A una conversación en la que hablamos y escuchamos. Echo mucho en falta la capacidad de análisis, de profundizar y, sobre todo, de cuestionar. El cuestionamiento civilizado, el decir: "No estoy de acuerdo por esto y por esto".
¿Y dónde encuentra algo así?
En Francia hay una cosa que no ha cambiado -aquí también hubo una época en que lo hubo-, que son coloquios, las conversaciones en televisión. La gente habla, se intercambia pareceres. En la pandemia, mientras que aquí el ministro de Cultura que teníamos decía que hay que elegir entre el cine o la vida, ahí el suyo afirmaba: "Tenemos que ser conscientes de lo que supone la identidad cultural de nuestro país en este momento". Es un asunto de Estado. Tendrán de todo, tendrán sus historias, pero eso está aquí al lado. No es tan difícil copiar lo bueno de la gente que tenemos cerca.
¿Puede un coloquio cambiar el mundo?
Yo no hablo tanto ya de cambiar el mundo, hablo de algo tan sencillo como una conversación, de entender a alguien que opina diferente a ti. Y entenderlo no significa compartir su punto de vista. Ni pensar: "Eres tan cabrón como yo". La discusión no tiene por qué ser algo negativo. Aquí vemos la discusión como insultarnos. Y es maravilloso discutir.
¿Por qué?
Todo se ha polarizado mucho. No existen matices, no existen gamas de grises. Entonces, o estás conmigo o estás contra mí. Nos lo venden desde la propia política. No sé quién se puede creer ciertas cosas que se van diciendo por ahí, pero yo no pienso ni que los buenos sean tan buenos ni los malos, tan malos. Ahora bien, yo tengo claro que hay una paradoja: hay que ser intolerante con la intolerancia. No hay que darles ni esto, porque contemporizando con la intolerancia es como han pasado muchos desastres en la historia de la humanidad. Así pues, lo único con lo que no transijo es con determinados discursos fascistas, xenófobos, homófobos. Porque me están atacando a mí: soy hijo de emigrantes y de exiliados y tengo familiares con todo tipo de tendencias sexuales. Están atacando a mi entorno.
¿Algo más?
Parece que está mal visto lo público; cuando, ahora mismo, está esquilmado totalmente. Hay un plan premeditado y muy claro para acabar con el estado de bienestar, para esquilmar todos los servicios públicos y hacer negocio por el lado privado. Eso existe desde siempre. Lo que pasa es que ahora está siendo más evidente que nunca. Según venía para acá me ha parado un sanitario y me ha dado las gracias por algo que dije de ellos en una ocasión. Y yo le he respondido que ánimo. ¿Cuántos sanitarios hay ahora mismo trabajando en condiciones? Gente que ha dedicado diez años de su vida a estudiar y están de temporales cobrando mil y poco euros. Para que se vayan a la privada o para que se vayan a otro país. Se ha invertido dinero en su educación, en su formación y se están yendo. Y la gente joven igual. Eso es destrozar el Estado de bienestar. Y para mí es muy grave.
¿Piensa que se intentan parchear los problemas con antidepresivos?
Leí el otro día que se está especulando con la posibilidad de vender este tipo de medicamentos sin receta. Eso es la debacle de la sanidad y el auge de la farmacéutica. Es el negocio puro y duro.
¿Por qué se considera una persona comprometida?
He nacido y me he criado en un entorno donde se ha propiciado ese compromiso. Entonces, me viene de serie, no es que yo me haga el guay, sino que es que al ser hijo de exiliados españoles en Francia he vivido una realidad allí y conozco la otra realidad de los que hemos vuelto y conozco la realidad de otros emigrantes de otras nacionalidades que vienen a España.
¿Y cómo es ser así en una época tan descreída?
Damos por hecho que estamos todos de vuelta de todo. Y hay gente que no está de vuelta de todo y hay que dejarles que vayan. Yo he tenido la suerte de saber muy pronto qué es lo que yo quería hacer con mi vida. Hay mucha gente con 30 y muchos o 40 y muchos que no saben qué hacer con su vida. Nunca lo ha sabido y ha sido muy indolente y se han dejado llevar para un lado y para otro porque no han encontrado algo, una pulsión vital. Y a veces está bien un poquito de idealismo y de fantasear con que, a lo mejor, es posible hacer algo que parece imposible.

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