por Lucas Méndez Chico-Álvarez (theobjective.com)
Fotos: Teatro Marquina
- Álvaro Rico y Nacho Fresneda protagonizan el último thriller de Ignasi Vidal, una obra sobre fútbol en la que, precisamente, de lo que menos se habla es de deporte.
Hace tiempo que el mundo del fútbol utiliza otro idioma económicamente hablando con respecto a la vida real. Nos hemos acostumbrado a hablar de millones de euros como si fueran caramelos, a estimar que un problema económico es no poder pagarle 40 kilos al año a tu estrella, o a ver como el club que sí puede hacerlo rechaza otros 200 por un jugador que podrá firmar gratis con el equipo que desee dentro de unos meses. Todo esto, en un contexto de pandemia que ha provocado una de las mayores crisis económicas de los últimos años.
Esta burbuja de ingresos que genera la industria del balompié ha propiciado una nueva élite de multimillonarios, los futbolistas. Más allá del dinero que pueden ganar, preocupa la rapidez con la que pasan de no tener prácticamente nada a tenerlo todo, de cómo dejan de ser adolescentes para convertirse en «dioses mediáticos» y de la pérdida de su individualidad en favor de ese perverso ente llamado opinión pública. De esto habla Dribbling, la última obra de Ignasi Vidal, protagonizada por Álvaro Rico y Nacho Fresneda, que se puede ver estos días en el Teatro Marquina de Madrid.
Javi Cuesta (Álvaro Rico) lleva una vida de rockstar y trata de llenar con esa autodestrucción rutinaria el vacío emocional de un niño que se olvidó de crecer. Las lesiones han minado su confianza y su vida se tambalea entre excesos y malas compañías. Su único deseo es regresar a casa, con su familia y volver a jugar en el club que lo vio nacer. Sin embargo, el traspaso que está esperando se complica por una denuncia de agresión sexual que pesa sobre su dañada imagen pública, «nadie quiere a un violador entre sus filas».
Pedro Guillén (Nacho Fresneda) es su agente, un hombre de negocios que proyecta sobre sus representados el sueño de ser futbolista que nunca pudo cumplir. Un hombre calculador, pragmático y serio, cuya personalidad oscila en función de los intereses que mejor le convengan. El personaje interpretado por Fresneda representa la otra cara del fútbol, el negocio que hay detrás de los focos, lo que se mueve en los despachos, un hombre tan acostumbrado a enfangarse en este lodazal que ha acabado perdiendo el sentido de la moral.
La tensión de la historia recae con solvencia sobre los hombros de los dos únicos personajes que aparecen en escena. Su relación paterno-filial se ve reforzada a medida que los problemas engordan. Las lesiones y las fiestas desenfrenadas de Javi pasan a un segundo plano cuando la perspectiva de que una condena por agresión sexual puede acabar con su carrera. La calma inicial se torna en nerviosismo, frustración y dolor conforme avanza la espiral de desgracia en la que empieza a oscurecerse la vida del futbolista. Su inocencia se vuelve cada vez más dudosa y la idea de un plan conspiratorio acecha. La cadena de errores que han generado esta situación pone de manifiesto la realidad que hay detrás de una fama prematura ausente de cualquier tipo de dique que contenga los caprichos de una súper estrella.
La elección del elenco tiene mucho más sentido del que aparenta. Álvaro Rico (25 años) también ha experimentado en sus carnes ese fulgurante ascenso a la fama mundial tras el éxito de Élite. Lo acompaña Nacho Fresneda (50 años), cuya larga trayectoria tanto frente a las cámaras, como sobre las tablas, le confiere ese aura de madurez, fruto de años de trabajo duro que transmite su personaje.
La dinámica escenografía combina de forma efectiva el juego de luces, música y movimientos en el que transcurre la historia, potenciando la soledad, cada vez más palpable, a la que se ve abocado Javi Cuesta. El vestuario está hábilmente dirigido a mostrar esos gustos extravagantes e incluso horteras que suelen lucir los futbolistas de élite. Aunque probablemente no sea tan necesario abusar del torso desnudo y fornido de Álvaro Rico en los cambios de ropa, a pesar de que sea un buen recurso para agilizarlos.
Dribbling es una obra de teatro inspirada en el mundo futbolístico en la que, precisamente, de lo que menos se habla es de fútbol. La obra muestra una escalada de dolor inevitablemente enfocada hacia la tragedia de un circo con jaulas de oro, una industria en la que el deporte y sus valores hace tiempo dejaron de importar. Sin embargo, el tormento y la frustración de estos «juguetes rotos» deja de ser exclusivo de la burbuja cuando genera situaciones tan complejas como la que se muestra en Dribbling, una historia de ficción escalofriantemente inspirada en hechos reales.