Por JULIÁN HERRERO (larazon.es)
La comedia negra invade las Naves del Español en un invierno sórdido que lleva la firma de Víctor Sánchez Rodríguez
Se anima el Español a celebrar las Navidades, ya a la vuelta de la esquina, con una comedia negra. Un género poco habitual en la literatura dramática que Víctor Sánchez Rodríguez ha entendido como un «reto», asegura: «Parece entretenimiento para las masas, pero hay grandes intelectuales que lo han admirado, como Borges, Bolaño o Cortázar». Por supuesto, que existen obras «negras» en el teatro, aunque también es verdad que la mayoría son, o han sido, adaptaciones de novelas como las de Agatha Christie. Y es precisamente en ella en la que el Sánchez Rodríguez –también director de la obra– se ha fijado para escribir «pegado a la sociedad. Agatha era muy crítica con la sociedad».
Lo hace también Puñales por la espalda, que estrena segunda parte, «una reflexión mordaz sobre los tiempos del capitalismo, de Elon Musk y en los que la gente rica vive de manera demencial, despegada de la realidad –continúa–, y donde la ética y la moral se van al traste cuando se empiezan a hacer grandes las ciudades». Entonces, aparecen las «bolsas de miseria y crimen» y es ahí donde nace la figura del detective, «personaje que se mueve con la lógica, perspicaz y que tiene presente un amplio sentido de la justicia», apunta.
Sabe el autor que no puede existir la comedia negra sin una muerte, pero está convencido de que esa es solo la excusa para «hablar de otras cosas»: «Es esa desaparición la que trastoca una familia, una sociedad o un pueblo y comienza a aflorar la corrupción que hay detrás del acto asesino». David Lynch y Mark Frost tardaron en revelar quién mató a Laura Palmer en Twin Peaks, además de por estirar el chicle, para conocer, a su vez, a todo el pueblo, las miserias del día a día de aquella gente.
Todos los citados son referentes de un Víctor Sánchez Rodríguez que se ha rodeado de Silvia Marsó, Vito Sanz, Lorena López, Francisco Reyes y Amparo Fernández para levantar La Florida en las Naves del Español (Matadero). Una pieza que surge de la propia experiencia de su «padre», nacido en una localidad costera, pero industrial, de la costa valenciana: «No era uno de esos destinos turísticos, pero a Canet Playa se puede llegar caminando. Es un paseo recurrente que suelo hacer cuando vuelvo a mi pueblo. En invierno, aunque los apartamentos de veraneo son moles de hormigón deshabitadas, de repente, algún vecino enciende la luz o se asoma al balcón. ¿Cómo deben ser las personas que eligen vivir durante todo el año en estos parajes? ¿Cuáles son los motivos que les empujan a vivir allí? ¿Cómo son sus vidas? Intentando responder a estas cuestiones comencé a imaginar unos personajes que, de alguna manera, se iban configurando con cierto aroma “noir”».
El origen: querer saber
Hay algo en el género que, para Sánchez, conecta con la «raíz profunda de la ficción», con su origen: «El querer saber». Arranca con una muerte, un puñado de sospechosos, y un lector o lectora que quiere saber qué ha pasado. Conflicto, personajes con una mochila detrás y un final imprevisible (a ser posible). «Imagino que cuando nació el arte de contar historias, ese “querer saber” es el que ha mantenido siempre en vilo al ser humano, es el alma de las ficciones y, a menudo, parece que el teatro se olvide de ello», defiende Sánchez.
La Florida lleva el nombre de un edificio de apartamentos de veraneo, «un personaje más», situado en una ciudad de vacaciones de la costa mediterránea que en invierno se convierte en una ciudad fantasma. En La Florida, de hecho, cuando llega el frío, «apenas viven un puñado de almas». La vida se para. Es un sitio comido por la humedad del mar, es la última morada de algunos personajes que no tienen otro lugar donde vivir. Porque, «¿hay algún lugar más tranquilo que Benidorm fuera de temporada si alguien quiere esconderse o retirarse de la vida?», se preguntan. Un paraje gris y sórdido en invierno y todo lo contrario en verano, invadido por el color; un lugar en el que no pasa nada hasta que pasa: una noche invernal aparece un muerto flotando en la piscina.
«El contexto es el ideal para que ocurran un montón de cosas, por ejemplo, un asesinato», añade Sanz, responsable de dar vida a Antonio, el detective del caso, que encuentra en este lugar «un refugio», en boca del actor. «Aquí se puede salvaguardar de todo lo que le está pasando a nivel personal, y hasta encuentra personajes que le cuidan», comenta de un tipo entregado en cuerpo y alma a su trabajo y que apenas ha sabido construirse una vida fuera de su ocupación. Será el propio edificio el que lo acabe atrapando «como una planta carnívora a una mosca».
La función es ese homenaje al «noir» del que habla su autor, pero, sobre todo, es la disculpa, «un Mcguffin», para hablar «de la corrupción de la sociedad y de detectives decentes que se parten la cara por ser los únicos valedores de la justicia en ciudades sordas; de heroínas y “femmes” fatales que huyen de su pasado; y también de amores no correspondidos y de seres excéntricos, heridos de soledad», defiende el equipo. «Transita por muchas profundidades, analiza al ser humano, las grietas de la sociedad, las frustraciones de las personas que tenemos que sobrevivir a pesar de las circunstancias...», cuenta Marsó. «Yo intento poner la lupa en un conflicto que con el tiempo se desdibuja para fijar la atención en la condición humana», responde Vito Sanz sobre la estrategia para «hablar de la soledad y de las miserias humanas».