El Comercio (la voz de Avilés)
Actor, traductor y adaptador, a Jorge Muriel –que también escribe, ha dirigido cuatro cortos y planea dar el salto al largo– no se le pone nada por delante. Le gusta el riesgo. Y le encanta salir a escena con ‘Las cosas que sé que son verdad’, un texto del australiano Andrew Bovell adaptado por él, que se sube
a escena hoy en Avilés y mañana en Gijón. Verónica Forqué, Julio Vélez, Pilar Gómez, Borja Maestre y Candela Salguero completan el reparto que dirige Julián Fuentes Reta.
–¿Cómo es de complejo el trabajo de traducción?
–Es difícil y necesita mimo y mucho trabajo, pero también con un autor como Bovell es un privilegio. La obra original está tan bien escrita, que lo que tienes que hacer es rendirte a esa historia y contarla en otra lengua.
–¿Muchas lecturas previas?
–Hay que leerlo mucho y, sobre todo, hay que entenderlo. Una vez que lo entiendes empiezas a entender a los personajes. Actualizarlo también es intentar entender el código de lenguaje que tiene esa historia y en particular esa familia. A medida que vas ahondando, te va dando pistas, de la poética, de las formas de expresión de los personajes, y el fin último es que tenga coherencia. Añadiría que es muy importante que el texto llegue al público para
el que se traduce, esto te da cierta libertad para no hacer una traducción literal. A veces, por no querer faltar al respeto, el resultado no es bueno, con la literalidad se consigue que la obra no llegue al público. Tiene que estar
en el aquí y ahora de la sociedad en la que se va a presentar.
–¿El traductor ayuda luego al actor?
–Muchísimo. Llevo diez años traduciendo. Fue una forma de generar mi propio trabajo. La carencia de trabajo actoral me llevó a intentar buscar textos que
no se hubieran hecho en España y traducirlos. En este tiempo me
he dado cuenta de lo hermosos que son esos dos vasos comunicantes. Mi actor se enriquece con el traductor.
–¿Pero no es una locura para usted, pensando en ese proceso actoral de creación y en introducir nuevos cambios al texto?
–Absolutamente. Eso es lo bonito de nuestro trabajo. Esa forma de construir me ayuda a ahondar antes que los compañeros en el personaje. Yo llego a los ensayos con conocimiento, luego es mi visión, y tiene que ser la del direcor y ahí hay un cierto peligro. Pero lo maravilloso del teatro es que llevamos dos años con esta obra y el personaje ha ido creciendo por mi maduración personal, por la vivencia, la evolución de los otros. Lo bonito del teatro es
que está vivo, mi propia traducción lo está. Siempre hay nuevas lecturas. Y creo que es gracias al elenco maravilloso que tenemos. Cada función es un regalo.
–Ahora cada función es un regalo más que nunca.
–Absolutamente. Si ya de por sí el teatro es comunión, esta situación te lleva a hermanarte desde otro lugar.
–Habla la función de la familia. ¿Todos nos vamos a sentir interpelados?
–Sí, porque es basal y por la maestría con que está escrita. Hay mucha empatía, el texto retrata tanto a los hijos como a los padres desde un lugar muy global. Al público le va a zimbrear por dentro desde muy diferentes lugares.
–¿Cómo nos vamos a ir de la sala?
–Yo creo que emocionados y también reflexivos. Te hace reír, te emociona, y lo bonito es que cada hijo trae un tema social importante. Nos hace pensar. Es catártico.
–¿Cuáles son esos temas colaterales?
–Puedo contar poco. Es importante oírlos en presente. Se habla de esta necesidad de poner límites al amor de los padres para poder realizarse uno como hijo. de este punto cada hijo va a traer un conflicto familiar que exponer y esto va a provocar que la propia estructura de la familia se vaya modificando.
–Seis actores. ¿Una súper producción en gira?
–Sí. Qué bonitas son las giras que te permiten ir por diferentes ciuduades contando la historia a diferentes públicos. Nos quedan tres bolos y solo tengo gratitud.
–¿Y cómo se le dice adiós a un personaje?
–Hay que vivir un duelo. El día de después te queda un vacío, estás raro, como cuando le dices adiós a un amigo.
–Pongámonos filosóficos. ¿Existe la verdad?
–De eso habla la obra, de que no la sabemos qué es o la confudimos. Damos prioridad y verdad a una serie de cosas que la vida luego te demuestra que no lo son. La verdad es que lo importante son el amor y la familia.
–¿Sus verdades absolutas?
–Creo que se modifican con el tiempo, pero ahora mismo que es una fortuna estar vivo y tener salud.
–Hace cine, teatro, escribe, traduce... ¿Hay que estar loco para meterse en tantos líos?
–Hay que estarlo un poco para crear, pero es una locura bonita, dionisiaca. En un momento en mi vida como actor me di cuenta de que no hay que esperar a que te llamen y empecé a generar mi propio trabajo. Requiere esfuerzo pero gratifica mucho y trae grandes recompensas. En ello estamos, buscando caminos donde desarrollar las historias que quiero contar. Es una necesidad.
–¿Qué líos tiene en mente?
–Me apetece dar el salto al largometraje y dirigir teatro.
–Ahora que el cine está como está, usted quiere dirigir un largo.
–Hay que arriesgarse. Si no hay riesgo no hay gloria. Es complicado pero con la pandemia hemos sacado la conclusión de que la vida es fugaz y pasa rápido