Por Antonio Illán Illán (abc.es)
- De la dirección de Montse Tixé y la interpretación de Tristán Ulloa, Kike Guaza, José Luis Esteban y Jeannine Mestre, solo caben adjetivos en grado superlativo, todos los elogiosos que contenga el diccionario, para destacar su fabuloso trabajo. Teatro, puro teatro
Título: «True West». Autor: Sam Shepard. Traducción y adaptación: Eduardo Mendoza. Dirección: Montse Tixé. Intérpretes: Tristán Ulloa, Kike Guaza, José Luis Esteban y Jeannine Mestre. Escenografía: Sebastià Brosa. Vestuario: Reme Gómez. Iluminación: Rodrigo Ortega. Banda sonora: Orestes Gas. Producción: Octubre producciones, Tanttaka teatroa y Bitò produccions. Escenario: Teatro de Rojas.
Nada de idealización, nada de contar o representar una ficción con un fluir de emociones, «True West» de Sam Shepard es el puro realismo de las conductas de dos hermanos en el entorno familiar. Dos hermanos contrapuestos perfectamente, diríase antagónicos, en sus perfiles vitales que acaban invirtiendo sus papeles y acaban ambos en la autodestrucción. Es la realidad profunda de la América que domina la llanura más que la glamourosa del neón y los rascacielos; es «el auténtico Oeste» que nos viene dado ya en el título.
Es con «True West» (El auténtico oeste), obra estrenada en 1980, con la que Shepard alcanza su plenitud como autor, aunando su estilo más subversivo e imaginativo con otro más poético y formal. Lo narrativo es escaso, pero el cambio de situaciones y de las personalidades de los personajes, fundamentos esenciales de la pieza, es algo extraordinario y sorprendente. El autor sitúa la acción a 40 millas de Los Ángeles, donde dos hermanos que hace cinco años que no se ven y cuya relación anterior dista mucho de ser buena, se encuentran en la casa materna, donde por diferentes razones se verán forzados a resolver sus diferencias y sus identidades, mientras intentan finalizar la escritura de un guion cinematográfico que podrá cambiar sus vidas para siempre. Evidentemente interesa el proceso y cómo se desencadena el trágico final. Y, a pesar de la dureza, el autor consigue su fin mezclando un lenguaje directo, imaginativo y musical con una prosa poética, consiguiendo que tanto la historia como los personajes tengan una complejidad y riqueza a la altura de los grandes dramas americanos. Estamos ante una historia que se inscribe en la América profunda, en la que, desde la sordidez de unas vidas grises, se aspira al «sueño americano», al deseo de encontrar El Dorado. Ahí tendremos a dos miembros de una familia desmembrada, hermanos rivales y envidioso el uno de la suerte o de las vicisitudes del otro. El que es el «perdedor» y marginal al principio se irá transformando en el poderoso que tiraniza al equilibrado; como telón de fondo el alcoholismo, tanto del padre evocado, como el de los dos hermanos. El elemento telúrico proyecta su influencia de manera patente en el comportamiento de los personajes, por ejemplo: el desierto como contrapuesto a lo social o esa afirmación de uno de ellos que dice: «tengo una relación íntima con la pradera». El texto nos atrapa, porque el realismo lo tenemos muy cerca de nuestra experiencia perceptiva habitual y porque los diálogos están concebidos con humor sarcástico y trufados de violencia y sátira; algo que va de lo que llamamos el «naturalismo americano» al «realismo mágico». Quizá en el final haya que decir que el realismo más que mágico es un tanto surrealista, pero eso le da a la obra aún más valor si cabe.
Si lo dicho sobre la obra ha consumido muchas palabras, sobre la dirección de Montse Tixé y la interpretación de Tristán Ulloa, Kike Guaza, José Luis Esteban y Jeannine Mestre, solo caben adjetivos en grado superlativo, todos los elogiosos que contenga el diccionario, para destacar su fabuloso trabajo. La obra se sustenta en los personajes; y a los personajes los hacen grandes actores con un trabajo tan formidable como es el verdadero duelo interpretativo que sostienen Tristán Ulloa y Kike Guaza, que son los que llevan el peso de la obra, duelo sostenido en especial con ese contraste de registros a la hora de dar forma a dos personajes alcohólicos. Pero no solo hay borrachera, hay muchísimas situaciones más que requieren tono de voz, gesto y movimiento muy perfilado para describir lo que está pasando incluso dentro de la cabeza de cada uno de ellos. José Luis Esteban, con el papel de productor cinematográfico, y Jeannine Mestre, como madre candorosa y ajena a esa realidad conflictiva, participan en pocas escenas, pero bordan su papel, que contrasta con la realidad de los dos personajes centrales.
El conjunto de vestuario, escenografía, iluminación y espacio sonoro constituye un elemento clave para que la historia resulte más auténtica e impacte de forma contundente en el espectador. El espacio escénico planteado, que va del orden al caos, viene a convertirse en metáfora del alma de estos personajes y del combate vital que sostienen, así lo que en principio es normal, en la realidad, en la vida, en la razón, en los sentimientos, en el alma en sí, se va convirtiendo en desorden, violencia, destrucción, desequilibrio e irracionalidad.
Obras como «True West» suponen un triunfo en la programación del teatro de Rojas, una elevación en el prestigio del teatro como herramienta cultural que educa y deleita y una satisfacción para los espectadores, que salen mucho más fieles al proyecto escénico de lo que lo estaban al tomar asiento en la butaca. El aplauso final prolongado fue una manifestación clara de que las palmas y los bravos salían del corazón agradecido por trabajos tan excelentes.