Por ABC Cultura
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«Mayorga saca a pasear no solo al filósofo que es, sino el admirable y deslumbrante dramaturgo que también es»
El título de esta comedia no deja lugar a dudas: es una obra donde la columna vertebral es la amistad entre tres hombres; una amistad cimentada por los años -se conocen desde el colegio, e incluso, como era costumbre allí, se siguen llamando por sus apellidos: Manglano, Ufarte y Dumas- y por esa familiaridad que envuelve y abraza como la hiedra sin que ninguna perturbación la pueda destruir. De esa amistad llenas de vivencias compartidas, de secretos guardados, de rencillas superadas, de favores solicitados y concedidos, de risas (muchas) y silencios (algunos) habla esta obra, el nuevo texto de Juan Mayorga, uno de los más grandes autores españoles de nuestros días (acaso el mejor, aunque en el arte no haya verdades absolutas), y que ha conseguido ese extraño privilegio de que sus estrenos se conviertan inmediatamente en acontecimientos y su nombre prevalezca sobre sus títulos -la mayoría del público que se acerque al Matadero lo hará, seguramente, para ver 'lo último de Mayorga'-.
En las horas previas al estreno, el dramaturgo admitía que, por la reacción mayoritaria de quienes habían leído el texto o habían acudido a alguno de los ensayos, 'Amistad' era una comedia. Los actores lo acotaban: es una comedia 'con pensamiento'. En realidad no importa; es un texto caleidoscópico, un canto a la amistad en ocasiones divertido -la amistad lo es-, en ocasiones tierno -la amistad lo es-, emocionante, profundo -la amistad es ambas cosas- y por momentos conmovedor -la amistad lo es también-. Mayorga saca a pasear no solo al filósofo que es, sino el admirable y deslumbrante dramaturgo que también es; lo hace con un texto sorpresivo, ingenioso y generoso; un texto en el que aflora el niño juguetón que todos conservamos y el analista maduro y reflexivo. Un texto que es un iceberg que debajo de una historia ya de por sí llena de atractivo -arranca en el velatorio de uno de los tres amigos, que descansa en el ataúd mientras los otros dos le acompañan- encierra un sinfín de reflexiones sobre la amistad y sobre la vida, que al fin y al cabo vienen a ser lo mismo; todo ello con un sentido del humor sutilísimo, que transmite el estado de optimismo vital en que, seguramente, se encuentra actualmente su autor.
José Luis García Pérez, como director, ha construido en torno a este texto una función dinámica, detallista, luminosa (por más que la muerte sea la segunda columna vertebral de la obra), natural y viva, con la colaboración del sugerente espacio escénico de Alessio Meloni (estupendamente iluminado por Pedro Yagüe); y, sobre todo, con la complicidad de tres actores (uno de ellos, él mismo) que están a la altura (y eso es mucho) del texto de Mayorga.