EL PAÍS (Por Paula Pérez Miranda)
- Una historia transgeneracional que nace de un poema de Federico García Lorca y que podrás ver de martes a domingos hasta el 14 de mayo
¿Qué vas a ver? Un jardín lleno de historia por el que deambulan las dos Españas
El visionado de la obra supone un viaje aproximado de 90 minutos que parte desde el jardín de una casa en el Madrid contemporáneo y se acompaña de numerosos flashbacks y viajes en el tiempo a través de la historia de España en tres momentos distintos (1943, 1968 y el presente), adentrándose también en el pasado de los personajes de la obra.
El relato se centra en Camelia (la hija de una pareja adinerada en tiempos del régimen) y su complicada situación actual tanto por el alzheimer que sufre como por la relación tóxica que tiene con sus hijos mellizos, Julia y Luis, que pueden representar, en cierto modo, la polaridad de España y el conflicto. A esta familia del presente se une un cuarto personaje: un inmigrante colombiano que regresa a España con el objetivo de buscar sus raíces y reconstruir su identidad, trabajando como ayudante y cuidando a la madre en esta casa.
El atrezzo del escenario va cambiando en función de la época y las historias, pero siempre cuenta como base principal con distintos elementos que componen el jardín de la casa en el que sucede la historia presente, construido a partir de un pozo que se sitúa en el centro y que representa la herida de la posguerra y su estancamiento. Este comienza completamente sucio y se va limpiando poco a poco conforme avanza el relato, a la par que los personajes escuchan, expresan y reconocen sus traumas. Así, no solo se limpian el pozo y el espacio, sino que, simultáneamente, se desenmascaran y esclarecen las heridas del pasado que conforman el momento actual.
La obra está protagonizada por Consuelo Trujillo, Pilar Gómez, Olga Díaz, Jorge Muriel y Borja Maestre: cuatro artistas que interpretan, al mismo tiempo, dos personajes distintos dentro de la historia y que, en varios casos, incluso son antagónicos entre sí y combinan, por ejemplo, la personalidad de un joven homosexual con la de un policía franquista, y viceversa.
A través de estos personajes y sus historias personales “Canción del primer deseo” denuncia y habla de traumas, migración, colonización o atrocidades de la historia española, como los casos de los bebés robados; así como de violencia machista contra las mujeres, víctimas de violaciones y abusos sexuales. Una larga lista de heridas que siguen abiertas y que marcan no solo a los artistas de esta obra, sino a toda la sociedad, abordando lo que fuimos, lo que somos y lo que podemos llegar a ser, incluyendo en este ejercicio autoanálisis al propio espectador.
La obra hace también una llamada a la importancia de la familia y de la colectividad, y al aprendizaje de la escucha, desde ningún partidismo, simplemente de humano a humano, de madre a madre o de hermano a hermana, dejando a un lado los posicionamientos o enfrentamientos y apostando por la reconciliación.
Sin duda alguna, una obra que se enmarca dentro del teatro político y de compromiso social y que relata con belleza e intensidad una fusión de dramas, encauzándolos hacia la esperanza y hacia la posibilidad de un futuro mejor.
