Por Vidal Arranz (elnortedecastilla.es)
El actor catalán y Tristán Ulloa juegan «un partido de tenis emocional» en 'True West', en el Calderón
Valladolid. Pablo Derqui y Tristán Ulloa se meten este fin de semana en la piel de Austin y Lee, dos hermanos creados por el dramaturgo Sam Shepard y en los que se refleja el conflicto entre distintas formas de afrontar la existencia. 'True West' puede verse en el Teatro Calderón.
La obra de Shepard, traducida por Eduardo Mendoza y con dirección de Montse Tixé, llega a Valladolid al inicio de la gira. «Hasta ahora la obra ha gustado, pero yo no estoy todavía tranquilo del todo: siento que la estamos rodando y que la tenemos que cuajar», asegura Pablo Derqui.
Uno de los rasgos más característicos de "True West" es el manejo de esa transversalidad emocional tan propia del dramaturgo norteamericano. «Las emociones con que se va encontrando el espectador basculan desde una cierta estupefacción hasta la carcajada, la sonrisa e incluso la aparición de una pequeña lagrimilla», explica Derqui. «Los personajes son bastante miserables, y la suya es una familia muy desestructurada, pero dentro de toda esa miseria afloran una ironía y un sarcasmo superácidos».
"True West" es la crónica de un encuentro inesperado de dos hermanos en la casa familiar. No pueden ser más distintos, pues mientras Austin (Derqui) es un guionista que ha intentado seguir los cauces de una vida correcta, con familia, hijos y una existencia encauzada. Lee (Tristán Ulloa) encarna lo contrario. Es el hermano díscolo, buscavidas, pendenciero y aventurero. El encuentro deriva en un enfrentamiento en el que vamos descubriendo que cada uno envidia cierta parte de la vida del otro.
«No hay buenos y malos en esta obra. Son todos perdedores. Unos porque añoran un pasado perdido, otros, un futuro por llegar. Unos y otros se mueven por anhelos que no logran satisfacer», explica Derqui.
En este caso concreto el desafío para el actor es afrontar ese torbellino emocional que surge a raíz de ese encuentro no previsto. «Es como un partido de tenis, muy complicado de interpretar, pero en el que no somos sólo dos, porque los demás actores son piezas clave de la trama».
Esos otros personajes complementarios son la madre (Jeannine Mestre), y un productor de cine trepa y un poco pirata, interpretado por José Luis Esteban, que permite introducir otros de los temas de la historia: la ambición, el afán de triunfo y el eterno conflicto entre el arte y el negocio.
«La obra refleja esa aspiración tan humana de medrar, y pese a estar escrita en 1980 es algo que sigue ahí. No ha cambiado. Y en nuestro país está especialmente vigente, pues padecemos las consecuencias de los pelotazos».
También sigue vigente, ajuicio de Derqui, el otro conflicto, el que enfrenta la integridad artística y la búsqueda de lucro. «Lo único que ha cambiado desde 1980, cuando se escribió la obra, hasta ahora es que entonces no había móviles, ni tablets ni redes sociales».