P. ‘Los asquerosos’ es una adaptación de la novela de Santiago Lorenzo. Cuente la peripecia argumental para quienes no la hayan leído.
Todo empieza cuando mi sobrino, un tipo igual de raro que yo, al salir de casa un día se encuentra con una manifestación y, sin querer y ante el miedo, saca un destornillador que lleva en el bolsillo y le da en el cuello a un agente antidisturbios, al que cree que ha matado. Ante esta situación, recurre a mí y yo le aconsejo que huya lo antes posible a un pueblo deshabitado, desde donde nos comunicaríamos a través del móvil y yo me encargaría de mandarle alimentos, etcétera. Me hace caso y escapa a un pueblo de la España vaciada, donde, a pesar de estar solo, encuentra la felicidad. Hasta que un día desembarcan allí unas familias con muchos niños y la música a todo trapo que le empiezan a amargar la vida hasta tal punto que, de acuerdo conmigo, decide vengarse. Hasta ahí puedo leer.
¿Es una reflexión sobre la soledad? ¿Se puede ser feliz estando solo?
En realidad, Los asquerosos reflexiona sobre todo lo que está pasando en esta sociedad banal, estúpida, que se deja llevar por las modas. Para mí, la metáfora es el ruido. No sabemos estar en silencio, hay ruido por todas partes. En cuanto a la soledad, la pandemia ha descubierto las deficiencias mentales de mucha gente, porque a mí me parece fundamental estar solo. Pero una cosa es la soledad impuesta y otra, la buscada, aunque no creo que nadie pueda ser feliz solo, necesitamos a los demás. Incluso mi sobrino en la obra necesita de mí estando solo en un pueblo vacío.
¿Qué otras preguntas se derivan de esta divertida obra?
Depende de cada uno. Hay buenos y malos espectadores, y todo depende de lo que estés dispuesto a ver. Hay gente que se queda con lo superficial, y está en su derecho, y se ríen de no se sabe qué.
¿Qué opina Santiago Lorenzo de esta adaptación?
Yo creo que le ha gustado. Es una novela difícil de adaptar, pero Jordi Galcerán es muy listo y ha hecho una adaptación muy interesante
¿Y los que han leído la novela?
Por ahora, estupendamente. Los teatros se están llenando y muchos van porque han leído la novela, que ha sido un éxito editorial, y otros porque tenían muchas ganas de teatro y de música después de tanto retiro. Por otro lado, el título llama la atención.
¿Cómo es trabajar junto a Secun de la Rosa?
Fantástico. Cuando nos llamaron a David Serrano y a mí para hacer la obra, dijimos que nosotros elegiríamos al otro intérprete, porque el teatro es muy duro y necesitábamos a un estupendo actor y gran profesional como Secun. Ya nos conocíamos, tenemos el mismo sentido del humor y eso facilita mucho las cosas.
¿Por qué cree que se debe ir a ver esta función?
Esta es una función muy interesante con un gran montaje y los debates que se generan después de la representación son muy curiosos. La obra da para mucho. Y al que no es aficionado al teatro yo le invitaría a asomarse porque quizá descubra un placer maravilloso.
Vivimos tiempos convulsos que han afectado mucho a la cultura. ¿Cómo se ha sentido estos dos últimos años?
Depende de si veo la botella medio vacía o medio llena. En el segundo de los casos, no me puedo quejar porque no he parado de trabajar. Pero hay una parte negativa, estuve a punto de irme al otro barrio por el covid, que me tuvo 23 días ingresado en un hospital, y mi hermano murió de esta enfermedad.
Lleva entrando en los hogares españoles desde hace muchos años a través de series de televisión. ¿Qué opina de su evolución?
Yo soy, sobre todo, un actor de teatro, pero esto da poco dinero y para llenar la nevera he tenido que hacer televisión y cine. No estoy muy al tanto de las series, aunque no paro de oír hablar de unas u otras. Pero no encuentro ninguna que me vuelva loco, no me enganchan. Lo malo de este exceso de series es que pueden acabar con el cine, al menos como yo lo he concebido toda mi vida. Eso ha pasado a la historia. Como dice Garci, ya no hay cine, ahora tenemos Netflix.
Iba para médico, pero desde 1965 no ha parado de trabajar como actor. ¿Cuál es el secreto?
No lo sé. Algunas veces los compañeros hablamos de esto y creo que lo fundamental, tanto para ser actor como para ser fontanero, es tener suerte. Y yo la he tenido. También es cierto que no soy ni guapo ni feo, y quizá lo que no pueda interpretar es a un tío cachas, pero el resto de papeles, sí. También pienso que algo de mi parte he puesto. Soy profesional, puntual, me aprendo los guiones...
¿De qué papel guarda un recuerdo especial?
Tengo un recuerdo especial de aquellos que más trabajo me han costado, como, por ejemplo, el emperador de Amadeus, de Peter Shaffer. Me tenía loco. Igual que mi papel en la película de Martínez Lázaro El juego más divertido, que no sabía como meterle mano y, finalmente, salió muy bien
¿Hay algún papel que le hubiera gustado hacer y no ha hecho?
No. Nunca he sido de esos actores que desean hacer Hamlet o Ricardo III.
Como dice, es usted un hombre de teatro, pero ha sido el cine y la televisión los que le han dado la popularidad.
Yo he firmado muchos autógrafos. Tengo la firma deformada desde Compañeros. El otro día me invitó a un café un matrimonio muy simpático que se declararon mis fans y decían que no se perdían ni un telediario de los que yo presentaba. Me fui corriendo para no defraudarles. El que se crea lo de la fama y la popularidad es tonto.
Usted siempre anda en varias cosas a la vez. ¿Qué planes tiene a la vez que ‘Los asquerosos’?
El día 25 de febrero se estrena en Movistar una serie que hemos hecho mano a mano Antonio Resines y yo que se llama Sentimos las molestias. Y como Resines se va a recuperar, en mayo empezamos a grabar la segunda temporada. Cuando acabe Los asquerosos, más o menos en abril, empiezo a hacer, dirigido por Mario Gas, un homenaje a Adolfo Marsillach con su hija Blanca. Y en noviembre empezaremos los ensayos de Retorno al hogar, de Harold Pinter, bajo la dirección de Daniel Veronese.