Por VANESSA RAMIRO (revistateatros.es)
- En la función nos asomamos a una conversación de bar. En ese costumbrismo tan atractivo empieza a crecer una trama que te lleva sin soltarte, AGUSTÍN
- A veces creemos que lo tenemos todo y no nos paramos a pensar en qué es lo que realmente queremos de la vida, CARLOS
Juan y Luis, empleados de una empresa de recambios y reparaciones de calderas, se encuentran cada mediodía para comer. Una noche organizan una cena con sus respectivas compañeras. A partir de entonces la relación entre ambos cambiará. Una propuesta de lo más inocente (o no) de Juan provocará un incendio cuyas imprevisibles consecuencias harán peligrar la apacible vida de hombres de familia de la que disfrutan. Agustín Jiménez y Carlos Chamarro se reúnen en el patio del Teatro Galileo para refrescar el verano madrileño con esta comedia de Ramón Madaula que dirige Ignasi Vidal. Foto JAVIER NAVAL
¿Hasta dónde se puede contar el argumento de “Perdidos” para ponernos el cebo, pero no desvelar nada?
Carlos: Dos amigos que trabajan instalando calderas comen todos los días en un bar de menús. Un día entre las rutinarias conversaciones se plantean dar un giro a sus monótonas vidas y abrir una ventana nueva a sus relaciones con sus parejas. Es una comedia de situación divertidísima.
Agustín: Son dos operarios de calderas. ¿Alguna vez viste un par de personajes así? Con una ausencia total de épica, esos dos personajes inician un viaje emocional huyendo del aburrimiento cotidiano que no deja para nada indiferente al espectador.
¿Por qué decidieron embarcarse en este proyecto? ¿Se lo pensaron mucho?
Agustín: No te lo piensas mucho si ves la dirección y al compañero con el que vas a compartir escenario. La historia engancha mucho y el reto actoral lo merece. Dos actores en escena siempre llama la atención.
Carlos: Ya había trabajado con Octubre Producciones, que me ofreció este texto con la dirección de Ignasi Vidal, con el que me apetecía mucho trabajar, y al leer la obra lo tuve bastante claro...
Y cuando uno termina por primera vez de leer el texto de Ramón Madaula, ¿qué? ¿Recuerdan qué pensaron?
Agustín: Recuerdo pensar: “¿Qué acaba de pasar?”. Porque lo que tiene este texto es que crees entrar en un episodio cotidiano muy reconocible de cualquier bar... pero de pronto te ves dentro de un conflicto en la crisis de la mediana edad. ¡Sorprendente!
Carlos: Yo pensé: “Qué bien escrito, se nota que lo ha escrito un actor”. Es una obra para actores.
Agustín Jiménez –“El Club de la Comedia”, “La cena de los idiotas”, “Una boda feliz”...– es Juan.
Juan es un operario. Se deja llevar por la vida. Ha puesto el punto muerto. Tiene una de esas amistades laborales que también son un dejarse llevar. Un sucedáneo de amistad que ponen a prueba.
Y Carlos Chamarro –“Camera Café”, “Entre ella y yo”, “El castigo sin venganza”...– es Luis. ¿Cómo es él?
Es un instalador de calderas que vive su vida sin plantearse muchas cosas con su familia aunque no por ello es infeliz, de carácter reflexivo y dubitativo a veces, se ve influenciado por Juan en un momento de la obra.
Juan y Luis andan por los 40, están enamorados de sus mujeres, tienen un empleo estable. ¿Y aún así es posible estar ‘perdido’ en la vida, no?
Carlos: A veces creemos que lo tenemos todo y no nos paramos a pensar en qué es lo que realmente queremos de la vida. Ahí puede perderse uno mucho...
Agustín: Cuando se supone que ya has cumplido lo que se te ha pedido en esa vida que tenían pensada para ti y no hay satisfacción... No hay felicidad, solo hay comodidad mientras te dejes llevar... Cuando ocurre eso y hay una pereza existencial es cuando la brújula se rompe y estamos perdidos.
Ellos organizan una cena en la que todo salta por los aires. Sin desvelar cuál es esa propuesta de lo más inocente (o no) que Juan pone sobre la mesa, ¿cómo hubieran reaccionado ustedes a algo así?
Agustín: Hay cosas que en el estado existencial en el que los personajes se encuentran es mejor no tocar. Les viene grande ese juego que proponen y por eso pasa lo que pasa...
Carlos: Yo, como Luis, soy de una generación en la que valoro más estar tranquilo y las pequeñas cosas que no complicarme la vida (risas).
Dice Ignasi Vidal que la sencillez de esta obra contrasta con su gran carga de profundidad. Aparte de divertirnos, ¿sobre qué nos va a hacer reflexionar?
Agustín: Lo más interesante de la función es que nos permite asomarnos a una conversación de bar de lleno. En ese costumbrismo tan atractivo empieza a crecer una trama que te lleva sin soltarte a una situación incómoda y a la par imposible de abandonar.
Carlos: Creo que es una obra que habla de la amistad, de las relaciones de pareja y de la libertad de poder escoger como individuo.
Mencionábamos a Ignasi Vidal. ¿Cómo es como director y cómo es trabajar con él?
Agustín: Es actor también y deja a los actores hacer su parte. Y su trayectoria profesional se hace evidente en los ensayos. Ha sido tan fácil trabajar con él que resulta sorprendente la rapidez con la que hemos llevado a cabo este montaje. Es lógico cuando alguien conoce el oficio y tiene talento para ello.
Carlos: Es fantástico, es como ponerte a trabajar delante de un amigo y dejarse llevar por sus indicaciones sin el menor problema y remando siempre hacia un mismo lugar.
¿Por qué “Perdidos” y el patio del Galileo son un planazo para el verano?
Agustín: Por lo mucho que aporta al ánimo post pandémico de la recuperación. Al aire libre, verano, un picoteo allí y luego buen teatro de comedia. No sé. Creo que como dicen en mi casa: “Ni tan mal”. ¡¡¡Venirse que se os echa de menos!!! (risas).
Carlos: Es el mejor plan después de un año de pandemia porque el humor es la mejor vacuna contra las pandemias, el miedo y el mejor remedio para acercarnos de nuevo a la realidad. Y que sea en el Teatro Galileo al aire libre donde las risas no tienen barrera es el mejor plan para este verano que se avecina caluroso en Madrid.