–Me pilla de descanso. Ayer [por el domingo] terminamos.
–Y terminaron por todo lo alto, además.
–Terminamos por todo lo alto, sí, con el teatro hasta arriba de gente. Ha sido... ¡uff! Ha sido una alegría todo esto que nos ha pasado en las Naves del Español.
–Esta semana última, además, a lleno diario. ¿No?
–Todos los días, eso es. Más de 15.000 personas han pasado por el teatro para vernos. Desde el 25 de enero, que fue cuando estrenamos. Ha pasado, de verdad, mucha gente. Como para llenar el Wizink Center. Me dijo José Luis ayer [el domingo]: «¿Tú sabes lo que cabe en el Wizink Center? Es lo que hemos hecho nosotros de espectadores». Digo: «¡Qué barbaridad!» Ha sido el público el que ha querido ir a ver esta historia de estos tres que ha escrito Mayorga.
–Usted ya es un «chico Mayorga», ¿o no?
–Yo me dejo querer por todo el mundo, pero me encanta Juan Mayorga: me encanta cómo escribe, pero me encanta más como persona. Cada vez me gusta más. Y cómo dirige. A mí estas cosas de los catálogos, ya sabes..., pero, en este caso, ser «chico Juan Mayorga» es para mí un honor. Un honor muy grande.
–En esta «Amistad» vuelve al juego que Mayorga y usted habían probado en «Reikiavik».
–Exacto, exacto. Tengo la oportunidad de ver un poco ese boceto de «Amistad» cuando estábamos haciendo «Reikiavik». Entre «Famélica» y «Reikiavik» aparece «Amistad». Bueno, entonces empiezo a ver un boceto de una función de tres personajes en el velatorio de uno de ellos, cuando se escucha eso de «Era el mejor de los tres». Empezó a atraparme desde la primera línea de tal modo que se me quedó en el subconsciente para siempre. Me dije: «Me encantaría hacer esto, vamos, pagaría por hacerla». Y, luego vino que José Luis García-Pérez la dirigiera y la interpretara y juntarme con Ginés García-Millán. Nunca me imaginé que me iban a hacer un regalo como «Amistad».
–Estamos hablando de tres tipos que juegan a ver qué piensan los otros cuando uno muere.
–Sin hacer «spoilers» sí es un juego, un juego peculiar, es una suerte de psicodrama de tres tipos que son un poco taradetes emocionales y necesitan de esta inventiva del juego que va de contarse la vida desde la muerte. Es la unión del juego, el teatro y la muerte.
–Parece que es una comedia, pero no es una comedia. Nada de lo que escribe Mayorga es sencillamente una comedia.
–«Amistad» tiene esos tintes de vida que hace que en un momento estés sonriendo y, al momento, te quedes pensativo mirando a tu amigo y preguntándote: «Pero por qué tengo que esperar treinta años para que me digas esto». Todo esto caso con la intención de José Luis García-Pérez, que quiere contar esta función desde la comedia, aunque Mayorga siempre dice que lo que escribe es una comedia o un drama. Es, como en «Reikiavik», una suerte de juego. Me gusta mucho, y lo hemos experimentado en las funciones, ver cómo hay gente que reacciona a algo que dijimos minutos después de que lo hayamos dicho, es decir, porque es entonces cuando le llega la contramedida filosófica que lanza Mayorga.
–¿Cómo compone su trabajo?
–Me monto a mi personaje, evidentemente, cogiendo el texto y aprendiéndotelo, como es lógico y normal. A partir de ahí sigo las notas de García-Pérez. José Luis ha hecho una dirección muy brillante: es un actor fantástico y un director que sabe ver y sabe lo que quiere ver.
–Le hemos visto en el Palacio Valdés, en el sótano del Niemeyer y este viernes sube a lo grande.
–Tenía unas ganas enormes de ir al grande del Niemeyer porque cuando fui a hacer «Malvados de oro» vi el pequeño escenario y dije: «¡Menudo sitio!» Llegar al Niemeyer, pero, sobre todo, a Avilés... Avilés se ha convertido en un referente para mí: mis últimos espectáculos han pasado por ahí. Arrancar la gira de «Amistad» en Avilés es para mí un signo de buena suerte.
–Porque tienen «Amistad para rato.
–Para mucho rato.