- Dirección: Natalia Menéndez
- Autora: Esther F. Carrodeguas
- Reparto: Mona Martínez y Carmen Barrantes
- Escenografía y vestuario: Elisa Sanz (AAPEE)
- Dirección técnica: Ciru Cerdeiriña
- Ayudante de escenografía y vestuario: Lua Quiroga Paúl (AAPEE)
- Diseño de iluminación: Juanjo Llorens (AAI)
- Ayudante de iluminación: Rodrigo Ortega (AAI)
- Diseño videoescena: Álvaro Luna (AAI)
- Ayudante de videoescena: Elvira Ruiz Zurita
- Espacio sonoro: Ana Villa y Juanjo Valmorisco
- Movimiento escénico y de actrices: MÓNICA RUNDE (10&10)
- Ayudante de dirección: Pilar Valenciano
- Producción ejetutiva: Santiago Ayala
- Dirección de producción: Nadia Corral
- Una coproducción del Teatro Español y Octubre Producciones
Sinopsis
Justicia Poética a las dos en punto
Las dos en punto es un ejercicio de justicia poética que se suma a otros muchos que han ido dando luz sobre la vida de las conocidas Marías de Santiago de Compostela, a las que es hora ya de ir llamando por su nombre y, sobre todo, por sus apellidos: Fandiño Ricart.
Maruja y Coralia (las protagonistas de la pieza) esconden detrás de una espesa máscara de maquillaje una gran historia de crueldad. Cruel es aquel, o aquella, que hace sufrir sin sentir pena, o incluso complaciéndose. Hay, por lo tanto, una historia de placer del otro lado de la moneda de este cuento empapado de violencia institucional, ideológica, política, social, económica, machista, de género y sexual. Y la violencia, lo dice el diccionario, es un ejercicio injusto y arbitrario [generalmente ilegal] de poder o de fuerza. Nada más que añadir, Señoría.
Pero la de Coralia y Maruja es también una historia de valentía: de coraje, de lucha, de irreverencia, de desobediencia –civil-, y de dignidad. En una palabra: de LIBERTAD. Una historia sobre la locura necesaria para vivir en este mundo de locos (¡y locas!). Maruja y Coralia Fandiño Ricart caminaban día tras día a las dos de la tarde siendo esa bandera arco-iris que contravenía el gris de la dictadura franquista en la capital gallega. Fueron burladas, violentadas, insultadas, silenciadas; fueron rojas, fueron putas, fueron nada. Fueron hambre. Pero nadie las pudo parar. No dejaron nunca de caminar. Y nunca es nunca: es que aún están caminando.
Tras su muerte en los 80, siguieron caminando en el imaginario colectivo. Y, en 1994, César Lombera las inmortalizó –caminando- en la Alameda compostelana: así fue como las conocí. Han caminado silenciosas día y noche desde entonces y ni la Covid-19 permitió que dejaran de caminar: fueron las únicas paseantas en las desiertas calles santiaguesas. Tanto han caminado que están llegando cada vez más y más lejos, y en 2021 aparecerán en Madrid.
Su terca presencia nos concede esperanza.
Esther F. Carrodeguas
Una coproducción del Teatro Español y Octubre Producciones.
Ficha Artística
La crítica
Maruxa y Coralia Fandiño Ricart, ‘las Marías de Santiago de
Compostela’, fueron dos patéticos personajes que cada día, a las dos
en punto, salían a pasear por las calles de la localidad gallega. Su
extravagante vestuario y su exagerado maquillaje les otorgaba un aire
ridículo, y su comportamiento llevó a muchos a tacharles de locas.
La actriz, directora y autora gallega Esther Fernández
Carrodeguas supo de su existencia por la estatua que las recuerda en
Santiago, y con esta obra ha querido rescatar su memoria y su
historia, la que llevó a las dos mujeres a esa vida de alguna manera
errática. ‘Esta obra es un acto de justicia poética’, ha dicho la autora.
Y poesía es, precisamente, lo que Natalia Menéndez ha puesto sobre
el escenario en un montaje bellísimo, lleno de sensibilidad, de compasión, de delicadeza y de ternura, en consonancia con el texto de
Esther F. Carrodaguas. En él, Maruja y Coralia se presentan casi como
una pareja de payasos, el augusto y el carablanca, vagando por las
calles de Santiago, mirando y piropeando a los hombres, bebiendo a
tragos una botella de vino Sansón, retocando su maquillaje y
mostrando su desequilibrio. Maruxa ejerce su autoridad como la
hermana mayor, mientras que Coralia es a menudo tan solo el eco de
las palabras de su hermana.
El texto juega con esas incoherencias, con esos desvaríos, y brinda un
cariñoso retrato de las dos hermanas. Solo a destellos, y es dónde
cojea la propuesta de la autora, se cuenta al espectador el por qué de
la situación; se echa de menos que se profundice en su historia, algo
que seguramente hubiera dado más alas al poético relato.
Natalia Menéndez cubre esas pequeñas deficiencias apoyada en la
escenografía y vestuario de Elisa Sanz, en las luces de Juanjo
Llorens, en los audivisuales de Álvaro Luna -magníficos los tres- y,
sobre todo, en la tan acertada como comprometida composición de las
dos actrices, Mona Martínez y Carmen Barrantes. Entre ellas dos
y la directora dibujan una pareja conmovedora, cercana y
enternecedora. Su arrebatadora interpretación es la cúspide de un
magnífico espectáculo.
Multimedia
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